UNA CRÓNICA APRESURADA

El pasado viernes veintiocho de febrero, día de Andalucía, dio comienzo una nueva convocatoria del viaje anual de Andaraje, que habitualmente llevamos a cabo en torno a estas fechas, eso sí sin la celebración del acto de entrega de los “Premios Grajo Blanco” que, aunque méritos no han faltado entre todos nosotros para ser merecedores de ellos, quedan pospuestos para próximas ocasiones.
El hilo conductor de este año era conocer en profundidad un pueblo ubicado en el corazón de La Mancha, capital de la comarca del Campo de Montiel, con un gran patrimonio monumental que refleja su importancia durante los siglos XVII y XVIII, e inmaterial con elementos de mucho interés etnográfico que van desde su música a la organización de la vida familiar y comunitaria en torno a sus patios, auténticos oasis de libre albedrío, paz y relaciones sociales: Villanueva de los Infantes. «Llámese Villanueva de las Musas, y no de los Infantes Villanueva»… Así describía la villa Lope de Vega.

Villanueva de los Infantes fue uno de los mayores exponentes del esplendor del Renacimiento y Barroco en La Mancha, siendo el principal foco cultural de la provincia de Ciudad Real durante el Siglo de Oro. Desde la escuela de gramática de la Casa de los Estudios, que acogía las tertulias de los más ilustres autores de la época, hasta el Convento de Santo Domingo donde pasó sus últimos días el escritor Francisco de Quevedo.

El insigne escritor y poeta frecuentó por varias razones la villa de Infantes, donde podía platicar con el círculo intelectual de humanistas en el que también se encontraba su gran amigo Bartolomé Jiménez Patón. De hecho se alojó en su casa en diversas ocasiones, sobre todo cuando necesitó las medicinas de la farmacia que existía en Villanueva de los Infantes. En abril de 1645 se trasladó al Convento de Santo Domingo en Villanueva de los Infantes, donde falleció el 8 de septiembre de ese mismo año. La celda del convento donde pasó sus últimos días aún se conserva y, de hecho, la visitamos. Su cuerpo fue inhumado en la cripta de los Bustos de la Iglesia de San Andrés.



Otros autores destacados del Siglo de Oro también dejaron su huella en Infantes, como Miguel de Cervantes y Lope de Vega, quien en su obra Laurel de Apolo cubrió de gloria a Villanueva de los Infantes con los siguientes versos dedicados a Bartolomé Jiménez Patón y a Fernando Ballesteros Saavedra, autor de El regidor cristiano:
“De hoy más, porque la envidia
no se atreva pues Jiménez Patón,
enseña y prueba que están en su
retórica difusas, llámese
Villanueva de las musas,
y no de los Infantes Villanueva…”
Lope de Vega, Laurel de Apolo
A todo lo mencionado también debemos añadir figuras como la de los arquitectos Andrés de Vandelvira y Francisco Cano, el dramaturgo Juan de Cueto y Mena, el pintor y grabador Matías de Arteaga y Alfaro, el escritor ascético Antonio de Molina, y los humanistas Pedro Collado Peralta y Diego Ramírez. Todos ellos sin duda convirtieron a Villanueva de los Infantes en el mayor foco espiritual y artístico de La Mancha en el Siglo de Oro.


Nuestra jornada dio comienzo la mañana del viernes veintiocho de febrero con la visita a la obra más disruptiva de cuantas se pueden ver en Infantes, que es como los indígenas denominan familiarmente a su pueblo: Los silos. Son unas singulares edificaciones del patrimonio industrial español del siglo XX. Propiedad del Ministerio de Agricultura y gestionadas por el SENPA, su funcionalidad principal consistía en el almacenamiento de cereal. Este silo de Villanueva de los Infantes data de 1954.

Bajo el título, Universal Church, el silo ha sido intervenido por Okuda San Miguel en colaboración con la Asociación ADIN de Villanueva de los Infantes y el equipo Valorarte de la Asociación Laborvalía. En este trabajo, Okuda ha querido incidir en la vertiente más abstracta de su obra. La obra representa una suerte de mosaico universal formado por banderas de países que no existen, que viene a expresar que en el fondo todos somos uno. Todas las banderas, todas las razas, todos los géneros… están representados.
Se enmarca dentro de Titanes, proyecto financiado por la Diputación de Ciudad Real que supuso la intervención de 10 Silos de la provincia en lo que ha sido el proyecto de arte inclusivo más importante del mundo. Es una apuesta clara por poner en valor el talento de las personas con discapacidad y revalorizar el entorno rural, mediante la recuperación de los Silos, espacios y edificios en desuso, generando un flujo de actividad cultural en las áreas rurales.
El Silo representa el Valor de lo diferente, ser diferente no es desventaja, ser diferente no es un problema, ser diferente aporta valor. Como el valor que aportan a la sociedad las personas con discapacidad que forman parte de ADIN.
En el corazón del Campo de Montiel se encuentra Villanueva de los Infantes, a 900 metros de altitud. Desde el Silo nos trasladamos en un agradable paseo, hasta la Bodega Tierras Rojas, donde ya nos esperaba su enólogo y propietario, Cesar Ruíz, quien nos sirvió de experto cicerone guiándonos por el proceso de elaboración de su original vino envejecido en vasija de piedra, granito gallego, así como del más tradicional vino en cuba de roble.

Tierras Rojas dibujan un paisaje espectacular de viñas, olivas y cereal, por el cual transcurrían las aventuras de Don Quijote y su amigo Sancho. En ese lienzo idílico se encuentran sus viñas de Cencibel, en el paraje conocido como Mojones, a 900 metros de altitud. Cepas de más de 70 años, porte bajo denominado “poda en vaso”, la cual ayuda a gestionar la dureza y falta de agua durante los veranos. Con un manejo responsable y sostenible, extraemos en cada uva, todo el carácter del terreno y el saber hacer de nuestra gente.


La cata de ambos vinos, envejecido en roble uno y en granito el otro, acompañada de un queso también de la tierra dio paso al almuerzo en la Fonda de Quevedo. Comida tradicional manchega, buen ambiente hasta el punto de que, sin poder resistir a ello dimos en otorgar los “Premios Francisco de Quevedo” ante la imposibilidad de poder hacer lo propio con los “Grajo Blanco” este año. Premiados todos.







La Plaza Mayor es de estilo neoclásico y constituye un elemento clave del diseño urbano donde se instalaron las principales instituciones políticas y religiosas. De principios del siglo XVII, tiene planta trapezoidal.

Al norte, la Iglesia de San Andrés y la Casa Rectoral, lo que supone la presencia religiosa en el ámbito civil. No hay que olvidar que precisamente esa portada de 1612 es la última de las tres existentes en el conjunto parroquial. Al sur, amplias balaustradas de madera sustentadas por zapatas. La arquitectura de este testero, la forman dos paños, separados por la Calle Cervantes, de marcada horizontalidad. En piedra hay tres cuerpos, los dos superiores con balcón corrido de madera, vanos rectangulares, y el último con galería cubierta por alero sobre pies derechos de madera.
En los otros dos lados una sucesión de arcos de medio punto. Uno de ellos es el Ayuntamiento y los Juzgados. Alzado en tres cuerpos, el inferior con arquerías de medio punto, el siguiente con balcones con frontón triangular, que en el Ayuntamiento se transforma en logia de medio punto sobre medias columnas jónicas. La balconada servía para que las autoridades pudieran presenciar los festejos celebrados en la plaza. En su fachada destaca el escudo que le dio a la villa el Maestre de la Orden de Santiago don Enrique de Aragón. En los cuarteles que forma la cruz de Santiago, las armas de Castilla, de León y las barras de Aragón, reino del que era infante D. Enrique.


La Iglesia de San Andrés se asoma a la plaza Mayor con su impresionante fachada de estilo clasicista, con un profundo arco de medio punto que cobija la imagen de San Andrés y el escudo de los Austrias, debida a Francisco Cano, es herreriana. En el interior se aprecia una síntesis de estilos artísticos. Es un proyecto gótico de una sola nave, dividida en tramos cubiertos por bóvedas de crucería. También son merecedores de mención su púlpito, obra plateresca del siglo XVI y las portadas norte y oeste realizadas por Francisco Luna, suegro de Andrés de Vandelvira.
A los pies de la nave central vigila el templo un colosal órgano romántico de la época victoriana obra de Henry Speechly. Tras más de un siglo desde su primera instalación en la Exposición de París de 1889, esta joya del siglo XIX única en España ha sido reubicado recientemente en la Iglesia de San Andrés y aún se ultiman los detalles para su puesta a punto.

En la cripta de la capilla de la familia del Busto reposan los restos de Francisco de Quevedo. El escritor permaneció enterrado en este lugar durante 150 años tras su fallecimiento en 1645. Tras distintos avatares de sus restos y una vez identificados por la Escuela Legal de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid fueron depositados de nuevo en la cripta en mayo de 2007.



La Alhóndiga se construyó como pósito y casa de contratación que canalizaba la intensa actividad comercial desde mediados del siglo XVI hasta que en 1719 se transformó en la cárcel del partido, según se describe en una cartela ubicada en una de las galerías inferiores. El patio es rectangular y se encuentra abierto con dos y tres vanos de medio punto sobre gruesos pilares cilíndricos con capiteles toscanos. En varios de estos pilares aún se conservan inscripciones de los presos. Actualmente alberga la Casa de Cultura y la Biblioteca Municipal, y es sede de exposiciones temporales y eventos culturales.

Patio Casa Yáñez (fotografías de noche).





De la Casa de la Inquisición solo se conserva la portada de sillería adintelada con un escudo en el que aparecen una cruz con dos tibias cruzadas y una calavera. Según la tradición local, fue cárcel de la Inquisición, dependiendo al principio del Tribunal de Jaén y más tarde, del de Murcia. Refleja el esplendor de Villanueva de los Infantes en el siglo XVI, XVII y XVIII.


En el número 47 de la calle Don Tomás el Médico se encuentra la que fue la Casa del Notario Inquisitorial, con el escudo del Santo Oficio, presentando cruz verde sobre fondo negro, ramo de olivo y espada de la justicia sobre zarza ardiendo.
La Casa de los Estudios, también es llamada Colegio Menor. Su patio es uno de los más bellos de Villanueva de los Infantes con las bóvedas de arista y balaustrada de madera de color almagre, y servía como Escuela de Gramática. En un principio, de la enseñanza se encargaba el convento de San Francisco, hoy desaparecido. Es a partir del siglo XVI cuando, para cubrir las necesidades culturales y de formación, se abren colegios menores. Aquí impartieron sus enseñanzas, entre otros, Pedro Simón de Abril, traductor de los clásicos que consolidó el castellano como lengua literaria y científica, y Bartolomé Jiménez Patón, insigne gramático, maestro de Humanidades y Retórica que ejerció fuerte influencia entre filósofos y escritores, además de amigo de Francisco de Quevedo y de Lope de Vega.


La Casa del Arco es de mediados del siglo XVII, aunque no pierde su clasicismo. Su fachada, de estilo neoclásico e inscrita en una honda cimbra, nos recuerda al pórtico sur de la Iglesia de San Andrés. La portada en sí tiene dos cuerpos. El inferior adintelado entre dobles medias columnas dóricas, el superior entre pilastras toscanas cajeadas. Se corona con frontón semicircular partido. La puerta está repleta de conchas de bronce, al igual que los herrajes y aldabones. En su interior el esquema de las casas se repite: zaguán de piedra y patio señorial de columnas jónicas. En el brocal del pozo se lee la fecha de 27 de enero de 1846, y en el lado opuesto la de 9 de marzo de 1802. Fue la Casa de Los Cañuto. Enfrente existió un corral de comedias, hoy desaparecido.

Ya de noche, terminamos el paseo correspondiente a este primer día motivados, además, por un fuerte aguacero que comenzó a descargar, menos mal, a esas alturas.
Tiempo de descanso, no mucho, y a cenar al restaurante “La Plaza”, con tapas del terruño, buen vino, anécdotas, batallitas y, en fin, cena de hermandad. En el paseo posprandial hubo momentos para reflexionar sobre la existencia, el sino… Os juro que anexo al bar de copas en el que un gintonic aliviaba nuestra angustia estaba el local social de esta tan peculiar asociación. Foto real.

El sábado amaneció muy fresquito y, eso sí, completamente soleado lo que nos permitió disfrutar del paseo matutino en su totalidad, nos quedaban varios lugares de gran interés y debíamos comenzar temprano. Fue conveniente iniciar la jornada con renovadas energías, que recargamos en la churrería del Rincón de la Plaza:

Ya puestos manos a la obra, nos dirigimos a la Plaza de San Juan con la Intención de visitar el Convento y la Iglesia de los Dominicos, a visitar la celda en la que vivió sus últimos días el autor del Buscón.



El Convento de Santo Domingo, fue fundado en 1526 bajo el mecenazgo de Juan López Garci-Fernández. En 1844, con la desamortización de Mendizábal, se clausuró el convento. Destaca el claustro de ladrillo con arcos de medio punto sobre pilares enmarcados por pilastras toscanas que sostienen el entablamento que da paso al piso superior donde se abrían vanos adintelados. En este convento falleció Don Francisco de Quevedo y Villegas el 8 de septiembre de 1645, tras llegar en abril buscando cuidados médicos desde su señorío de la Torre de Juan Abad. La celda en la que se hospedó está abierta al público y se puede visitar. En ella se exponen algunos de los últimos versos del poeta.
Además, el convento alberga un museo en el que se puede conocer la colección de la Fundación Francisco de Quevedo, un amplio fondo documental del que destaca el archivo familiar del escritor, con documentos manuscritos firmados por el propio Quevedo y una bibliografía con más de seiscientos volúmenes; junto con obras pictóricas de gran calidad, entre las cuales se encuentran un retrato del autor del Siglo de Oro pintado por la abuela de Antonio Machado o varias litografías de Dalí y Picasso, entre otras; y también una gran colección de humor gráfico sobre el escritor, con más de 180 obras de los más destacados humoristas gráficos del país. En conjunto, uno de los museos más relevantes a nivel nacional sobre la figura de Francisco de Quevedo.
Seguimos con la Iglesia de Santo Domingo, construida en el XVII siguiendo las normas de la contrarreforma. La planta de cruz latina, una sola nave con crucero muy cortos y tres capillas laterales a ambos lados. Altar elevado y enfrente, a los pies, el coro, que se estructura sobre una bóveda de crucería. En el altar mayor magnífico retablo barroco de columnas salomónicas. Sobre él, interesantes frescos referentes a Santo Domingo. En el centro decoración de cueros recortados con moldurajes y motivos manieristas.

El tramo situado sobre el coro representa los símbolos y la heráldica de la orden dominica (perros con hachones encendidos), la cual se repite en el centro del sotocoro. Sobre la clave del arco que cierra la iglesia por los pies aparece una cartela con la fecha de 1627, que se supone es la fecha de terminación. En las capillas laterales destaca la capilla de las Ánimas fundada por la familia Ballesteros, la del Ecce Homo por el Duque de San Fernando y la de la Virgen del Rosario por la familia Bustos.



Desde el edificio de la orden dominica saltamos a visitar el patio de la casa familiar de los Valle, Su actual propietaria, de carácter entrañable, alegre y muy participativo, nos recitó, casi cantó, un poema explicativo de la historia familiar, la casa y su patio. Como anécdota baste decir que un tresillo acomodado en el patio fue utilizado en el rodaje de la película de Pedro Almodóvar “Volver”. He aquí el testimonio:






Casa de la Pirra: La portada se resuelve en el piso inferior con un sistema de cantería adintelada con molduras; mientras que en el superior destaca un balcón-púlpito corrido, haciendo esquina, con alero con canecillos de perfil partido que imita el balcón donde se proclamaban las gestas al venir de las cruzadas. El interior define el patio cuadrado con pórticos sobre ocho columnas dóricas y zapatas de perfil partido.
La Casa Cuartel de los Caballeros de Santiago: Esta magnífica edificación se abre al exterior con una portada adintelada y almohadillada. En la parte alta encontramos la heráldica de la Orden y leyendas a ambos lados. De 1749, según atestigua la inscripción de la fachada: “Casa del Insigne e Real Convento de Uclés Cabeza del Orden de Santiago…”. Aquí tuvo su sede la Orden de Santiago, como se aprecia en el escudo de la parte superior del pórtico. Aunque actualmente es una vivienda particular, conserva el patio original y las caballerizas del cuartel, a los que se accede por la Calle Jacinto Benavente.


Terminamos nuestro periplo en la Casa de don Manolito, llamada así en recuerdo de un propietario reciente. Es la casa troncal de los Ballesteros del siglo XVI. Perteneció a D. Fernando Ballesteros Saavedra, Gobernador del Campo de Montiel y alcalde esta villa. Tiene una fachada con fuertes reminiscencias clásicas. A ambos lados de la puerta y sostenidos por héroes de la antigüedad (probablemente Teseo y Hércules), encontramos las armas de los Ballesteros y las de los Muñoz, apellido de su mujer; así como dos tondos con bustos clásicos. Destaca en el interior el patio de grandes dimensiones con columnas jónicas y zapatas invertidas. Tras “zapatas invertidas”: Las galerías se cubren con vigas de madera y bovedillas de mampostería. Se conserva el pequeño oratorio, cubierto por una bóveda policromada, en la galería superior.

En la actualidad es el Centro de Día, y alberga también una exposición de artistas gráficos dedicada a Francisco de Quevedo.

Tras el almuerzo en “Jaraíz Gastro”, comenzó la diáspora aunque hubo quien quedó con ganas de más y añadieron su estrambote en forma de visita añadida a la Plaza Mayor de San Carlos del Valle, que pasa por ser un emblema arquitectónico y cultural de la región. Construida entre 1713 y 1729, esta plaza se distingue por su conjunto de edificios porticados con galerías de madera, ofreciendo una visión única del urbanismo castellano de la época. Aquí tenemos a los visitantes:


Una visita muy interesante en muchos aspectos y, sobre todo, muy divertida. ¡Hasta pronto!

Gracias, Pepe, por tu acertada crónica y reportaje fotográfico. Es curioso que, al tiempo que iba leyendo, me parecía un lugar muy cercano y familiar, y eso es señal de que lo hemos disfrutado , gracias a la excelente organización, incluida la guía, que fue magnífica.
Lo dicho, un lugar de la Mancha del que sí queremos acordarnos.
Gracias a vosotros. Coincido contigo en lo especial de estas jornadas y en el deseo de recordarlas. ¡Abrazos!
Coincidencia total, queridos amigos, un viaje precioso que no dejaremos de recordar . Gracias a vosotros, Pepe e Isabel, y a esa excelente Guía que buscasteis, Mª Jesús.
Un fuerte abrazo. MS